Hola, Carlos, ¿puedes presentarte un poco?
¿Cómo no? Me llamo Carlos, tengo 41 años y soy de Valencia (España). Los últimos tres años he vivido en Madrid, haciendo el primer ciclo de estudios de teología. En septiembre me iré a Nápoles para continuar mis estudios.

¿Qué te ha traído a Nador este verano?
En junio estaba pensando en qué hacer durante el verano. Acababa de producirse la crisis diplomática entre España y Marruecos, y así un día se me ocurrió la idea de conocer la misión de la Compañía de Jesús aquí en Nador. Además, desde hace mucho tiempo tengo esta “vocación africana” y la posibilidad de regresar a África, después de haber estado en Chad y en Camerún, me daba alegría.
¿Cuál es tu trabajo en la Delegación?
Mi trabajo principal ha sido poner en marcha, junto con Nya, el servicio jurídico. Mi compañero jesuita Joaquín había hecho ya un trabajo formidable, leyendo muchos textos que nos ha pasado. Durante la primera semana nos ayudó mucho; después se fue de vacaciones a España y para Nía y para mí llegó el momento de hacer sensibilizaciones para iniciar el servicio jurídico en Alhucemas, Oujda y Nador.
Por otro lado, he colaborado con el Centro Baraka en las clases de español de los profesores Karima y Abdelhafid. Esto ha estado muy bien. Había estudiantes que se preparaban para el examen DELE y la oportunidad de ayudarlos me ha resultado genial.
Por último, he trabajado en la newsletter que estáis leyendo. Me gusta escribir y hacer un poco de periodista.
De lo que has visto hasta ahora, ¿qué es lo que más te ha tocado?
Bueno, lo que más me ha impresionado es la capacidad de los equipos de trabajar en circunstancias que con frecuencia son humanamente muy difíciles. Los primeros días pude acompañar al equipo médico y conocer la situación de las personas migrantes desde el punto de vista sanitario, las condiciones en las que viven… Eso toca mucho, sin duda.
Por otra parte, entre las experiencias bonitas, he apreciado mucho la implicación y el interés de los y las estudiantes del Centro Baraka. Se percibe en ellos un gran deseo de aprender, y su mirada agradecida es algo que me llevo también en el corazón.
Como jesuita, la experiencia de vivir en una comunidad tan pequeña (en Madrid tengo 14 compañeros) ha sido muy interesante. Me he sentido muy a gusto con Àlvar y Joaquín. Ha sido una buena experiencia de Compañía de Jesús.