Entrevista con…
Mariana Morales-Arce
Técnica expatriada de Entreculturas en Marruecos
Buenos días, Mariana. ¿Nos cuentas un poco de ti?
Nací en Madrid el 27 de abril de 1984. Kapuściński y mi afición a la escritura desde bien chiquita me llevaron a estudiar periodismo y relaciones internacionales, aunque nunca llegué a ejercer. Unos años después de haberme licenciado y tras una primera experiencia laboral, hice un máster en Cooperación Internacional.
Me activan el calor del verano y los días soleados. Cocino mucho, paseo siempre que puedo y me rechifla viajar; zambullirme en un buen libro al sol tirada en una linda playa es mi paraíso.
Por lo que sabemos, tienes una larga trayectoria en el campo de la cooperación internacional. ¿En qué países o proyectos trabajaste antes de venir a Marruecos?
Me adentré en el mundo de la cooperación de la mano de Khanimambo, una pequeña ONG con proyectos de educación, salud y vivienda en Praia de Xai-Xai, Mozambique. Dos años y medio más tarde aterricé en la región de los Grandes Lagos (Burundi, Ruanda y República Democrática del Congo) con JRS, el Servicio Jesuita a Refugiados, donde trabajé dos años como coordinadora regional de proyectos. Fue un tiempo durísimo por la brutalidad del contexto, pero maravilloso, de mucho crecimiento personal y profesional. Dos años después, y siempre con JRS, los vientos me llevaron a Colombia, desde donde acompañé la implementación de proyectos en Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, con población desplazada y refugiada.
Regresé a Madrid en el verano de 2015, cuando en España empezábamos a poner rostro a las personas refugiadas (la mal llamada “crisis de refugiados”) y al poco tiempo empecé a trabajar en la obra jesuita Pueblos Unidos con el reto de poner en marcha el proyecto “Hospitalidad”, dirigido a implantar estrategias de acompañamiento que favoreciesen la inclusión de las personas refugiadas. En octubre de 2017 me reenganché a la cooperación internacional, esta vez con Entreculturas, acompañando desde España –con no pocos viajes de seguimiento– la implementación de proyectos en Etiopía, Uganda, Kenia, Sudán del Sur y Marruecos, siempre con personas migrantes y refugiadas.
¿Cómo has llegado a colaborar con la Delegación de Migraciones? ¿Cuál es tu papel en esta aventura?
Llegué a la DDM de la mano de Entreculturas, para quien la Delegación es un socio institucional clave. Y aunque la realidad migratoria de Marruecos no me era ajena, ya que desde Madrid había acompañado los procesos de muchas personas migrantes que habían transitado por Marruecos, mi primer viaje a Nador, en noviembre de 2019, me conmovió profundamente. Solo lo que nos conmueve nos mueve, y eso me movió. Es lo que me ha traído hasta aquí.
Mi papel es acompañar el proceso de fortalecimiento institucional de la Delegación Diocesana de Migraciones y la implementación del proyecto que nos financia la Unión Europea, promoviendo la articulación y la coordinación de la respuesta humanitaria.
En tu opinión ¿cuáles son los desafíos principales del proyecto?
El principal reto al que nos enfrentamos es el de dar una respuesta –aunque siempre sea limitada e insuficiente– a las demandas y necesidades de las personas migrantes; ser capaces de acompañar sus proyectos migratorios, potenciando sus capacidades y reduciendo su vulnerabilidad, desde el barro de los bosques o la deshumanización de las ciudades.
El proyecto que estamos poniendo en marcha es tremendamente ambicioso y complejo, tanto en el plano institucional como en el político, así como en lo que respecta a la intervención misma. Pretendemos articular una respuesta de calidad, basada en la asistencia, el acompañamiento y la protección de las personas migrantes, que se encuentran en constante movimiento y que arrastran historias imposibles de sufrimiento y abusos, todo a lo largo de la costa norte de Marruecos: de Tánger a Nador, pasando por Tetuán y Alhucemas (sedes de reciente creación). Es un contexto complejísimo por los delicados equilibrios políticos y de políticas migratorias.
¿Qué te impulsó a dedicarte a la cooperación internacional? ¿Cuáles son tus motivaciones para seguir adelante en esta labor?
Imagino que empecé creyendo y persiguiendo la utopía de un mundo mejor, distinto… Siempre me han “levantado” las injusticias y me han atraído las fronteras, los márgenes de exclusión. Desde muy joven canalicé esas inquietudes en experiencias de voluntariado. Echando la vista atrás, en esos inicios creo identificar también cierto sentimiento, muy cristiano, de culpa. Con el paso de los años ese sentimiento de culpa ha ido transformándose en responsabilidad.
Pienso que somos corresponsables de lo que sucede en nuestro entorno más cercano, y en el más lejano también, y que nos toca asumir esa responsabilidad. Creo que tenemos mucho más margen para contribuir a transformar lo que no nos gusta, lo que consideramos injusto, del que a veces pensamos. Y hay muchos caminos posibles para lograrlo. El que yo voy recorriendo, de momento, es el de la cooperación.
Para mí este trabajo es una manera de estar en el mundo. A día de hoy, no soy capaz de imaginarme haciendo otra cosa.
¡Muchas gracias! Te deseamos lo mejor.
Nous sommes ensemble!