La salud, un derecho de todos

El 7 de abril, aniversario de la fundación de la OMS, se celebra el Día Mundial de la Salud. En la Delegación de Migraciones, este año, no hemos hecho nada especial para conmemorarlo; la jornada ha pasado desapercibida para la mayoría de las personas acompañadas por nuestro equipo de salud. Y me preguntaba por qué pasa esto. La respuesta me viene de inmediato: nuestra labor es callada, no hace ruido, y sin embargo es esencial, aun en los pequeños gestos y atenciones.
Cada mañana tenemos el privilegio de acompañar, cuidar y besar realidades sufrientes y sangrantes. Cuando el otro día me sentaba junto a la cama de Mohamed, un migrante hospitalizado, y cogía su mano, sentía que su presencia envolvía toda la sala, aun sin decir ni una palabra.
Los miembros del equipo médico salimos al encuentro de las personas migrantes con problemas de salud y las acompañamos durante todo el proceso, proporcionándoles medicamentos y kits de higiene o de frío, preocupándonos de su seguimiento, compartiendo la experiencia con el resto del equipo, buscando siempre cuidarlos con calidad y calidez hasta el final del tratamiento, o al menos hasta donde el paciente lo permita.
Todas las mañanas tenemos abierto un teléfono de urgencias y recibimos las llamadas de los migrantes que piden atención médica. En función de esas llamadas hacemos una valoración para intentar dar respuesta, en la medida de lo posible, a las necesidades. Acudimos a los puntos de encuentro, escuchamos a las personas y tratamos de distinguir dónde hay realmente una urgencia que tratar, sin perder tiempo, en coordinación con los diferentes puntos de salud, o si hemos de detenernos sobre el terreno para intentar responder a la demanda y dar las herramientas necesarias para la promoción y prevención de la salud, implicando a los pacientes como protagonistas de su proceso de curación.
Celebrar el Día Mundial de la Salud en un contexto como este nos hace ser conscientes de que la realidad de la frontera nos sobrepasa, pues no llegamos a entender buena parte de lo que ocurre a nuestro alrededor. Las personas migrantes están de paso, pero tienen derecho a ser atendidas, acompañadas y sanadas en cualquier momento de su camino; esto supone desaprender cada día y tener muy claro que nuestro servicio, aunque sea muy pequeño, ha de realizarse con sumo cuidado, delicadeza y profesionalidad.
Nuestra misión consiste sobre todo en promover, prevenir y sensibilizar en materia de salud, y siempre cuidar y amar a la persona que tenemos delante, a veces muy dependiente, necesitada de ayuda para las actividades más básicas, como comer y asearse… En mi humilde opinión, esto es regalar, celebrar y cuidar la vida, especialmente la de los más vulnerables, que buscan y sueñan que otra vida es posible.